domingo, 28 de agosto de 2011

La oscuridad en Buenos Aires - Ficción - Clases de Lengua y Literatura

Buenos Aires, 15 de Noviembre de 1974.
Empezaba el verano y estábamos terminando 7mo grado.  En mi colegio éramos todas chicas, no había chicos. Ya todas sabían a cuál secundaria iban a ir, menos Maru y yo. Ella es mi mejor amiga, nos conocemos desde que estamos en el vientre de nuestras madres. Fuimos al jardín juntas y a la primaria juntas, y la secundaria no iba a ser motivo para separarnos. Pero no podíamos decidir a cuál escuela ir. Estábamos entre la pública n°3 “Manuel Belgrano” y el colegio privado “San José”, los dos tenían sus pro y sus contras. El Belgrano quedaba a 20 cuadras de casa y a 25 cuadras de la casa de Maru y tendríamos que tomar el subte, cosa que a nuestras mamás no las convencía mucho, en cambio el San José estaba a 6 cuadras de la mía y a 1 de la de Maru. El Belgrano era mixto y el San José no, era solo para mujeres y con Maru ya estábamos hartas de estar todo el tiempo rodeadas de mujeres, cada una con un problema distinto. El San José era la opción que preferían nuestros papás y no habría que convencerlos de nada, pero para ir al Belgrano tendríamos que armar todo un discurso para convencerlos, y eso nos llevaría mucho tiempo, igual si era necesario estábamos dispuestas a hacerlo. Todos los días nos  despertábamos preguntándonos por cuál de los dos colegios debíamos decidirnos. Hasta llegamos a preguntarles a todas las chicas del grado cuál elegirían ellas si tuvieran que hacerlo y obvio, todas, mejor dicho la mayoría, eligieron el San José, porque era privado, igual que nuestro colegio de aquel momento, porque quedaba cerca, porque era solo de chicas y aunque no lo crean, había muchas que pateaban para el otro lado. Ese, era otro motivo por el cual, con Maru, no queríamos ir a un colegio solo de mujeres.
Al fin terminamos séptimo y tuvimos la entrega de diplomas. Todas más arregladitas que nunca, con la pollera gris por debajo de la rodilla bien planchada, la camisa híper blanca con el corbatín azul, las medias azules y los zapatos negros lustraditos. Estábamos todas en las gradas del salón de actos, que para esta ocasión las habían puesto frente al escenario y a medida que nos llamaban por lista, teníamos que subir al mismo para que nuestra profesora nos pusiera el gorro de egresada, la medalla y que nos  sacaran la foto justo cuando nos estaba dando el diploma; y claro, no nos olvidemos de la cara de feliz cumpleaños que teníamos que poner. Todos los padres emocionados, aplaudiendo y algunos hasta llorando;  obvio, no faltaba la parte en  que cada vez que una de nosotras subía al escenario, sus respectivos padres se paraban y gritaban ¡Bravo! ¡Bravo!. Con Maru somos casi de la misma altura, entonces estábamos paradas una al lado de la otra y tratábamos de aguantarnos la risa, pero no podíamos. Roxana, la profesora de educación física, se acercaba cada cinco minutos a decirnos que nos calláramos, y nosotras nos reíamos más todavía. Cuando terminó el evento cada una se iba con sus papás a almorzar a algún lugar lindo para celebrar. Mis papás me llevaron a “Los Pimpollos”, donde ya nos conocían todos los mozos  porque era el restaurante favorito de mamá y todos los años íbamos a celebrar su cumpleaños ahí. Mientras comíamos papá y mamá me dijeron que si quería podía ir al Belgrano, pero con la condición de que siguiera estudiando francés fuera del colegio, ya que el nivel que había en el Belgrano era muy básico y ellos no querían que perdiera lo que ya había aprendido en el “Ernesto Gonzales” (la primaria a la que estaba yendo). Salté de la felicidad, me paré de la mesa para abrazarlos y decirles gracias hasta que se me trabó la lengua. Al terminar de comer no aguantaba la ansiedad de llegar a casa, levantar el teléfono y contarle a Maru. Cuando estábamos a una cuadra de casa, le pedí a papá las llaves y salí corriendo para llegar lo antes posible. Entré, subí las escaleras y marqué el número de Maru. Me atendió Blanca, la niñera, ella me dijo que todavía mi amiga no había llegado, le pedí que por favor le dijera que me llamara en cuanto llegara, que le tenía que contar algo muy importante. Ella me dijo como de costumbre, no te preocupes pichona (apodo que me puso desde que soy una bebé) yo le aviso, me despedí y escuché que entraban a casa mamá y papá. Eran las tres de la tarde y yo estaba pendiente del teléfono. Tipo cuatro y media pasadas, sonó, era Maru.
                -Hola Lu, me dijo Blanca que llamaste, ¿qué pasó?
                -¡¡Ay sí, Maru!! ¡¡Que papá y mamá me dijeron que puedo ir al Belgrano!!!
Grité de la felicidad y empecé a reírme, nadie podría sacarme la sonrisa que se me dibujó en la cara.
                -¿En serio? ¡Ay no! ¡Decime que no me estás cargando!
                -¡No Maru! No te estoy cargando.
                -¡¡A  mí me dijeron lo mismo!!
Las dos no parábamos de reírnos y de gritar. Nos imaginábamos cómo  iban a ser los próximos 5 años en ese colegio. Llegamos a la conclusión de que nuestros papás se habían puesto de acuerdo para que las dos pudiéramos ir al mismo colegio y que sigamos estudiando francés afuera. Hablamos durante 5 cinco horas y Maru me contó que Catalina Gerestain se le declaró. Dijo que cuando yo me había ido del colegio, después de la entrega de diplomas, ella fue al baño a lavarse las manos y estaba Catalina, cuando Maru terminó deslavárselas la otra la abrazó y le empezó a decir que la quería muchísimo y que le deseaba lo mejor y a Maru le pareció rarísimo, porque nunca fuimos amigas de Catalina. Que después  la agarró de las manos, la miró fijo y se le cayó una lágrima, empezó a caminar para irse y a dos pasos de la salida le dijo -sos hermosa, gusto de vos- y salió corriendo. Maru se quedó boquiabierta, intentó olvidarse del momento y cuando volvió al salón de actos, por suerte, Catalina ya no estaba ahí. Mientras Maru me contaba yo trataba de aguantarme la risa y ella me decía cada cinco palabras –no te rías, esto es serio- y después de un rato me dijo:
                -¡Pobre chica! Andá a saber desde cuando está enamorada de mí…
En ese momento exploté y largué la carcajada más grande de mi vida. Maru me decía “no te rías”, aunque ella se reía también. Cortamos el teléfono y mamá me llamo para cenar, ya eran las nueve y media de la noche  y Nancy, mi niñera, había cocinado pollo al horno con papas, mi favorito. Este había sido uno de los mejores días de mi vida.
Pasó navidad y año nuevo. El 15 de Enero de 1975 nos fuimos con papá y mamá de vacaciones a Villa Gesell, como todos los años, porque tenemos una casa que nos dejaron mis abuelos. Mi papá es abogado y le dieron un mes de vacaciones y mamá tuvo los tres meses libres porque es maestra jardinera. Todo ese mes nos quedamos en Gesell, del 15 de Enero al 15 de Febrero.  Los papás de Maru solo tenían 10 días de vacaciones, el papá era doctor y la mamá enfermera. El 1 de Febrero, Maru y sus papás vinieron a Gesell, después de 10 días sus papás volvieron a Buenos Aires y Maru se quedo 5 días más con nosotros hasta  nuestro regreso.
Faltaban dos semanas para que empezáramos las clases, con Maru estábamos re ansiosas y nos veíamos todos los días, menos los martes y jueves que ella iba a estudiar canto y yo a clases de guitarra. Como las dos habíamos empezado hacía poquito no nos queríamos perder nada de lo que aprendían los demás. En el verano las dos nos hicimos re fanáticas de Sui Generis, como a mí me gustaba Charly y a ella Nito, no teníamos motivo de discusión. Yo estaba aprendiendo algunas de sus canciones en la guitarra y ella me acompañaba cantando, que por cierto, siempre tuvo muy buena voz.
Un día antes de empezar el colegio, nuestros papás nos juntaron a las dos y nos dijeron que nos teníamos que cuidar muchísimo, que no habláramos con gente que no conociéramos, que no diéramos  más de la información necesaria a nadie, que la calle estaba muy peligrosa y que nos teníamos que cuidar una a la otra. Que no nos metamos en cosas raras y otra vez que nos cuidemos mucho, que cuidemos que temas hablábamos y con qué personas, qué  música escuchábamos delante de que personas y muchas cosas así, que con Maru no entendimos muy bien porque no nos lo dijeron.
Empezamos el colegio, era la primera vez que tomábamos el subte solas ¡qué emoción!! La primera vez que íbamos al colegio con la ropa que queríamos, aunque Maru me confesó que iba a extrañar el uniforme. La primera vez que íbamos a un colegio mixto donde todos iban a ser diferentes a todos. El viaje en subte fue divertidísimo, nos sentíamos grandes, independientes; casi nos perdemos, pero eso no nos importó. Entramos al colegio y era como el paraíso, ¡había chicos! ¡¡Por fin había chicos!! Cada uno con un estilo distinto, todos abrazándose, saludándose después de verse muy poco o algunos no verse durante las vacaciones. A todos los de primero, nos dieron la bienvenida y nos acompañaron a nuestras aulas, por suerte con Maru estábamos en el mismo curso. El primer modulo tuvimos con la profesora de matemática, la cual nos hizo presentarnos y eso nos llevo toda la hora, éramos 28. Así se pasó toda la clase y no hicimos nada. Sonó el timbre del primer recreo, bajamos a la cafetería que estaba en el primer subsuelo. Al entrar vimos a todos los chicos reunidos en grupos, hablando, riendo y gritando tan fuerte que a veces casi no se escuchaba lo que uno quería decir. Había un grupo, que fue el que nos llamo más la atención, eran una especie de banda de música, estaba el de la guitarra, el de la flauta, el de la armónica, la chica y el chico que cantaban y el coro. Había chicas y chicos fumando, hasta los profesores tenían un pucho en la mano, cosa que con Maru jamás habíamos visto. De repente se acercan dos chicas y se presentan, Maga y Belu de segundo año, y Maga nos dice
                -¡Hola chicas! ¿Ustedes son de primero, no?
                -Si, yo soy Lucila y ella es Mariela. ¿Alguna recomendación para nuestro primer día?
                -¡Relajensé! La escuela esta buenísima y los pibes son todos re copados.
Mantuvimos un conversación así por unos 5 minutos y en un momento Maga saca de su bolsillo un atado de cigarrillos, agarra uno, le ofrece a Belu, que también agarra uno y nos ofrece a nosotras. Por un momento lo dude, y Maru en realidad no podía por su asma, ella si tenía una  excusa pero yo no, así que al final le acepte uno. Maru me miro como diciendo “pero si vos no fumas”, y yo la miré suplicando que no dijera nada porque me estaba tratando en integrar. Belu nos dio fuego y las dos se fueron. Mi primer intento de fumar termino con mi cara toda roja y tosiendo como si tuviera tuberculosis.  Y con Maru diciéndome –sos una tonta, no tendrías que haber aceptado-. Por suerte nadie nos vio, porque apenas empecé a toser salimos corriendo al baño.

Después de dos meses, para el mes de Abril, conocíamos a todo el colegio y todos nos conocían a nosotras por nuestro maravilloso dueto de guitarra y voz, con canciones de Sui Generis que a muchos les gustaban. Yo ya me compraba mis propios atados de cigarrillos y en casa decía que tenía olor porque todos fumaban en el colegio, y mis viejos se lo creían, la única que se daba cuenta que yo estaba mintiendo, era Nancy, igual nunca decía nada al respecto.
Habíamos entendido por qué nuestros papás nos habían dicho que la calle estaba peligrosa. Un día como cualquier otro, salimos del colegio y delante nuestro,  a unos diez metros de distancia,  iban caminando dos chicos de quinto año y con Maru veníamos hablando que uno era más lindo que el otro, pero que era no tan lindo, que era mas simpático que el lindo y cosas así. De un segundo a otro paró un falcon verde al lado de ellos y salieron 4cuatro hombres vestidos de civil.  Les pegaron por detrás de las rodillas, los chicos cayeron al piso, les  taparon la cabeza con una especie de bolsa de tela y los metieron en el auto; en medio de los gritos y la desesperación del momento,  no supimos qué hacer y salimos corriendo para el lado del colegio. En la puerta nos cruzamos con Maga y Belu, les contamos lo que había pasado. Maga abrió los ojos gigantes, le agarro la mano a Belu y las dos salieron corriendo para adentro a avisarle a Corcho. Él era el jefe del grupo donde militaban las chicas y era de tercer año. Hasta que la cosa no se calmo un poco, con Maru no volvimos a nuestras casas, estábamos aterradas, con miedo a que si volvíamos a pasar por ahí nos pasara eso a nosotras. Yo estaba muerta de miedo y aunque Maru también lo estaba, trataba de tranquilizarme. En ese momento se acercó Gonza, un chico de tercero que me gustaba desde el primer día de clases, que también militaba con Corcho, Maga y Belu, y nos dijo:
                -¿Que pasa chicas?
                -No,  pasa que, nosotras estábamos re cerca de Pancho y Lucas cuando se los llevaron y ahora tenemos miedo de que si volvemos a pasar por ahí nos sigan o algo así, y después esto nos pase a nosotras.
                -No se preocupen chicas, esto no pasa más que una vez por semana.
Yo, indignadísima y tragándome todo el miedo que tenia, le dije
                -¿Qué? ¿Cómo? ¿Esto ya paso alguna otra vez??
                -Si… El año pasado, desde que murió el viejo Perón no dejaron de pasar estas cosas. Si quieren las puedo acompañar a sus casa, así se quedan más tranquilas
Maru le dijo que si y le dio las gracias. Durante el viaje él no dejaba de hacer chistes para que nos distrajéramos, nos acompaño a cada una a nuestras casas y después se fue. Al día siguiente se ofreció otra vez a acompañarnos, solo que esta vez no había pasado nada raro. A la noche hable con Maru y ella me dijo que se sentía re mal  y que al otro día no iba a ir al colegio. El viernes me desperté a las 6 y media, como todos los días,  y fui sola al colegio. Cuando volvía, Gonza se ofreció a acompañarme a mi casa por tercera vez y yo le dije que sí. Las primeras dos cuadras que caminamos juntos estaban llenas de chicos de nuestro colegio, y cuando pasábamos juntos le gritaban -¡Ganador!, bien ahí Gonza!- y cosas así, que con cada una de ellas yo me  iba poniendo más colorada y dejaba de reírme. Él me miraba, se reía y no contestaba a lo que le decían. En el camino hablamos de un montón de cosas y yo pensaba ¡qué lindo que es! Sonreía cada vez que movía su cabeza para sacar su pelo de sus ojos verdes ¡hermosísimos! Cada  cosa que yo le decía pasaba antes dos veces por mi cabeza; no quería decirle nada que me hiciera quedar como pendeja o tonta. Llegamos a mi casa y él me dijo si quería que me mostrara lo que había hecho ese día en la clase de historia, lo cual me pareció raro y aburrido, pero le dije que sí. Saco de su mochila una hoja doblada en dos, me dio un beso en la mejilla y se fue. Entré a casa y todavía no había visto lo que decía la hoja, la verdad no me interesaba mucho si era algo de historia. Cuando la abrí, vi mi nombre escrito en diagonal a la hoja, lleno de colores y dibujos, Me puse tan contenta que enseguida la llame a Maru y le conté todo lo que había pasado. Ella me dijo con vos gangosa
                -¿Ves? ¿Ves? ¡Yo te dije que gustaba de vos! ¡Ay, qué bueno Luli! ¡Me alegro mucho por vos!
El lunes fuimos juntas al colegio porque Maru ya se había recuperado del resfrío. El martes también, solo que ella entro y yo me quede en la puerta porque lo vi venir a Gonza y lo quería saludar. Él me pidió que lo acompañara  a un lugar, conclusión: falte al colegio. Me llevo a su casa y nos dimos nuestro primer beso. Pasamos toda la mañana juntos, hablando, riendo, escuchando música. Cuando llegue a casa, mi mamá lloraba como en un funeral, mi papá estaba re nervioso, Maru y Nancy también lloraban, hasta que me vieron. Mamá me abrazaba  y me besaba la frente mientras que papá me preguntaba - ¿Dónde estabas? ¡Estábamos muy preocupados!- y al mismo tiempo me abrazaba. Maru y Nancy se abrazaban entre ellas, mientras que Nancy no dejaba de agradecerle a Dios. Yo, no entendía nada. Después de diez minutos, cuando todo se tranquilizo un poco, pude responder a sus preguntas y yo hacer algunas. Papá me dijo
                -¿Dónde estabas Lucila?
Y yo no le conteste, por miedo a que se enojara, mamá entonces me dijo:
                -Hija, no te vamos a retar. ¿Dónde estabas?
                -En la casa de Gonza
Maru me miro como diciendo perdón,  y papá agrego:
                -¿Y que hacías en la casa de ese chico? ¿Es el que te estuvo acompañando a casa estos últimos días?
Y Nancy agregó:
                -¿Estabas con ese chico lindo?
Maru y yo nos reímos.
                -Si, fui a la casa porque me tenía que dar unos libros que él tenía de primer año, pero al final no los encontramos y nos quedamos hablando y escuchando música toda la mañana. ¡Ya sé, no tendría que haber faltado al colegio por eso y menos sin avisarles, perdón!
                -¡¡Lucila Marta!! 
¡No! Papá me había llamado con mi segundo nombre, eso significaba que estaba más enojado que nunca.
                -¡¿Cómo vas a hacer una cosa así?! ¡Encima sin avisarnos! ¡Tu madre casi se muere de un infarto por no saber dónde estabas!
                -¡A ver! ¡Esperen! ¿Alguien me puede explicar que paso? No entiendo nada…
Entonces Maru se acerco a mí,  se sentó en el sillón que yo tenía enfrente y me dijo:
                -¡Ay Lu! ¡Perdón! Es que hoy entraron 60 hombres vestidos de civil al colegio, a los chicos les pegaban en las rodillas para que se cayeran al piso. Nos hicieron poner contra la pared y nos revisaron uno por uno. A Corcho casi se lo llevan porque tenía puesta una remera del último recital de Sui Generis, pero la novia se arrodillo llorando y pidiendo que por favor no se lo llevaran y no lo hicieron. ¡Ay, fue horrible Lu! Me asuste tanto cuando no te encontré, porque pensé que estabas con el grupo de chicos que se llevaron. Y entonces en cuanto pude le avise a tus papás y a los míos. ¡Perdón Lu! Me asuste mucho… En serio, perdón…
A todo esto mamá y Nancy no dejaban de abrazarse y agradecerle a Dios, cosa que mamá jamás había hecho. Al cabo de dos horas todo se había tranquilizado. Maru se quedo a dormir en casa porque estaba muy asustada y se quería quedar conmigo. Como al día siguiente era sábado y podíamos dormir hasta cualquier hora, nos quedamos toda la noche hablando, yo le contaba lo que había pasado con Gonza y ella me dijo que gustaba de Danilo, un chico de segundo. El sábado nos despertamos a las doce del mediodía. Cuando fuimos a la cocina, ya para almorzar, Nancy me dijo que había llamado Gonzalo y que dejo su teléfono para que yo lo llamara. Terminamos de comer rapidísimo y subimos la escalera corriendo para llamarlo.
                -Hola
                -¿Hola Gonza?
                -Si soy Gonza, ¿Lu?
                -Si, ¿qué paso? Me dijo Nancy que llamaste
                -Si, te llame porque me entere de lo que paso ayer en el colegio y me quede preocupado por saber si llegaste bien a tu casa.
Yo le dije que a mí no me había pasado nada, pero que Maru se había re asustado y le conté lo que habíamos hablado con mis viejos. Charlamos como una hora, se despidió, me dijo  que me cuidara mucho y que me amaba, yo no llegue ni a contestarle porque enseguida corto el teléfono. Maru escucho toda la conversación y por momentos me aconsejaba sobre que le tenía que decir. Las cosas siguieron bien, el 10 de Mayo me puse de novia con Gonza  y Maru estaba de novia hacía una semana con Danilo. Las dos estábamos re contentas y más juntas que nunca. En las vacaciones de invierno nuestros papás se reunieron un día y nosotras aprovechamos la situación para ver a Gonza y a Danilo. Al parecer nuestros papás hicieron un acuerdo que a nosotras no nos importo mucho.
La segunda mitad del año pasó bastante mal, seguían desapareciendo chicos del colegio, los profesores estaban re distintos, como si les hubieran lavado el cerebro o algo así. Un día Corcho organizo una asamblea, a diez cuadras del colegio para avisar que iban a tomar el colegio en forma de protesta por tantos amigos que no estaban más y que los profesores se hacían los desentendidos cuando les preguntábamos. Claro que se armo quilombo. Nosotras no pudimos estar ahí porque ese día mis viejos y los de Maru nos habían pedido que cuando saliéramos del colegio, fuéramos lo más rápido posible a casa. Seguramente ya sabían de lo que iba a pasar y no querían que nosotras fuéramos parte de eso.  Pero Gonza me llamo a la noche y me conto que se había armado  un quilombo peor que el de la otra vez. Los milicos habían entrado al colegio sin que les importara nada, le pegaban a cualquiera que se les cruzara, incluso a las mujeres, algunos profesores y preceptores les ayudaban a tirarnos al piso. Se llevaron a 10, de 30 que éramos. Después de esto las cosas se calmaron un poco, pero no mucho; se calmaron de parte nuestra, ya no hacíamos tantas protestas, pero por su parte seguían desapareciendo cada vez más chicos. Termino el año y ni siquiera pudimos irnos de vacaciones, gracias a los quilombos que había en el país. Todo estaba prohibido, no se podía hacer nada, había dos policías cada cinco cuadras, no nos podíamos juntar a charlar en grupos en la calle, después de las 6 de la tarde no se  podía salir de la  casa.
El 11 de Febrero de 1976 Gonza me llamo a casa llorando, casi no podía hablar, nunca lo había escuchado tan mal. En cuanto se tranquilizo, me conto que su hermana mayor, Florencia, había ido a  una manifestación con el grupo que ella militaba y se la llevaron 10 milicos, a ella y 5 amigas mas, que las molieron a golpes. Ahora tenía  el labio roto, un ojo morado y el tabique desviado. Eso por suerte era  lo de menos, lo bueno era  que seguía  viva y estaba ahí con ellos y no sabía  cómo había hecho  para escaparse. El viejo de Gonza había decidido que en una semana se iban a Brasil. Llore tanto cuando me lo dijo que tuve que colgar el teléfono. Papá y mamá trataron de calmarme, aunque lo único que me iba a tranquilizar era verlo. Nancy lo llamo para arreglar un encuentro porque yo no podía hablar del llanto. Lo vi y me quede más tranquila, pero no parábamos de decirnos lo mucho que nos amábamos y cuanto nos íbamos a extrañar. Dos días después quemamos de todo en casa, mis discos de Sui Generis, libros de papá, biblias y cosas así de Nancy,  más libros y más discos. Mientras que con mamá le traíamos cosas a papá para que las quemara. Nancy prendía de a diez sahumerios para disimular el olor.
El 1 de Mayo, cuando empezamos el colegio yo estaba destrozada, Gonza se había ido hacía una semana y yo lo había acompañado al aeropuerto. Mis viejos me daban charlas de cómo me tenía que manejar en la calle, todos los días y querían que les contara todas las cosas raras que pasaban en el colegio.
El 5 de marzo Maru salió de clase de canto y se fue para su casa. Cuando llego, estaba la puerta abierta, había libros tirados, los cajones de todos lados abiertos y dados vuelta, sillas rotas y sus viejos no estaban. Encontró a Blanca en el galpón que tenían atrás de la casa, toda golpeada e inconsciente, enseguida me llamo y me conto todo, estaba llorando como nunca antes, y apenas pude entender lo que me quería decir. Les avise a mis viejos y salimos corriendo para allá. No llevamos a Blanca a un hospital porque sería inútil, nadie nos haría caso. Maru lloraba desconsoladamente y con mamá no sabíamos que hacer para calmarla. Después de 3 horas Maru seguía llorando y Blanca se despertó, le conto a mi viejo lo que había pasado y a nosotras no nos quisieron decir. Al día siguiente no fuimos la colegio, Blanca y Maru se quedaron en nuestra casa. Papá decidió contarnos que el arreglo que habían hecho en las vacaciones había sido  comprar pasajes a Francia para todos, mi familia, incluyendo a Nancy, y la familia de Maru con Blanca. Aunque era algo muy duro, dijeron que si algo le pasaba a alguno de nuestros viejos, el que estuviera bien se haría cargo de nosotras dos. Entonces mamá y papá decidieron que el 8 de Marzo viajábamos todos a Francia. Maru no paraba de llorar, yo también, sus papás habían sido como mi segunda familia y saber que nunca más iba a saber nada de ellos me rompía el alma, imagínense como estaba Maru. Costo convencerla, ella se quería quedar a esperar a sus viejos y no paraba de decirlo. El 8 de marzo salimos del país, no sé como lo logramos, pero papá conocía a todo el mundo en el aeropuerto.

15 años después, Paris, Francia, 1991
Maru está casada con un argentino que vino de Santa Fe en el año 75 por el mismo motivo que nosotros y tiene una hija de 4 años.
Yo soltera, pude terminar la universidad en la carrera de abogacía igual que papá y vivo en la misma calle que Maru. Como verán, seguimos juntas en lo que podemos a pesar de los años.
Mis viejos pudieron conseguir trabajo después de los primeros  3 meses muy duros que pasamos acá. Igual creo que la hubiéramos pasado peor allá. Blanca se quedo en Buenos Aires y nos enviaba cartas cada 15 días para contarnos como andaban las cosas por ahí y en una de ellas nos conto que un día entraron a nuestra casa 6 hombre vestidos de civil y registraron todo, al no encontrar nada se fueron furiosos. Un día las cartas no llegaron más. Nancy vino con nosotros y hasta el día de hoy trabaja para mis y viejos y viene una vez por semana a limpiar y ordenar el quilombo que es mi casa. Después de 3 años de estar acá Maru supero, en parte, lo de los viejos gracias a un tratamiento psicológico. Y para que sepan ni papá, ni mamá nunca nos contaron que había pasado con los viejos de Maru. Yo me imagino que forman parte de los miles de desaparecidos que hay hoy en día en la Argentina, pero nunca me anime a decírselo de esa manera a Maru.

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